Examinando por Autor "Baptiste, Gorregues"
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Ítem América Latina. ¿Un continente explotado?(Universidad de Valparaíso, 2008) Baptiste, Gorregues; Vicencio Gavilán, PatricioEn consecuencias de La división internacional del trabajo, algunos países se desarrollaron sacando provecho de los demás. Desde el descubrimiento de los europeos, América Latina se ha consagrado en proporcionar las respuestas a las necesidades occidentales. Los siglos han pasados y aunque América latina se ha desarrollado económicamente en cuanto a su integración en los intercambios comerciales, su tasa de consumo, y su renta per cápita; aun siga siendo al servicio de la demanda extranjera en petróleo y hierro, en cobre y carne, en frutas y café, en materias primas y productos alimenticios. En resultado, los países desarrollados ganan más consumiendo dichos productos de lo que gana América latina produciéndolos. Desde Cristóbal Colon hasta hoy, cada materia siempre se ha desarrollado en capital europeo, o más tarde en norte americano. Los tipos de producción y las estructuras sociales de cada país han sido determinados de manera sucesiva, desde el exterior, con el fin de incorpóralos en el capitalismo dominado por los países desarrollados. No obstante, si los demás países occidentales ganaron es solo porque América latina perdió: el sub-desarrollo sud americano es vinculado por la difusión del capitalismo mundial. Las riquezas y los recursos de este continente siempre han generado su empobrecimiento para alimentar la economía en desarrollo de sus explotadores. Potosí, Zacatecas y Ouro Preto son unas de la ciudades sud americanas más representativas del fenómeno de explotación durante la época de la colonización. Dichas ciudades han conocidos los beneficios del descubrimiento de los metales preciosos, tal como la plata o el oro, y desde entonces de las inversiones extranjeras. No obstante, cuando las riquezas se han encontrado escasas o que otros sitios de producción fueron descubiertos, la ruina se ha vuelto el destino de aquellas ciudades abandonadas y literalmente hurtadas de toda forma de riqueza. Fue el caso de la pampa chilena con el salitre y de la selva amazónica con el caucho; el Norte-Este de Brasil con el azúcar; o aún con las selvas argentinas de quebracho. En la época de la liberalización del continente, alrededor de 1850, el nivel de vida de los países más avanzados en el mundo supero en un 50% al de los países sub desarrollado. El desarrollo se ha pronunciado aún en las desigualdades. En su discurso delante del OEA, en abril 1969, Richard Nixon anuncio que al fin del Siglo XX la renta per cápita en EE.UU. sería quince veces más elevado que en América Latina. La renta, en promedio, de un norte americano es siete veces más importante que el de un latino americano y aumenta a un ritmo cada vez más veloz. Dentro de esos países explotados también existen desigualdades que separan los numerosos pobres de algunos ricos. Según un estudio de las naciones unidas, seis millones de latino americanos arriba de la pirámide social, perciben una renta igual a la de los ciento cuarenta millones de trabajadores que forman la base de esa pirámide. La población de América latina crece muy rápidamente, se ha triplicado en cincuenta años. Cada minuto, un niño se muere de hambre o de enfermedad. En el 2000 se contó seiscientos cincuenta millones de sud americanos y la mitad de ellos tienen alrededor de quince años. Los tres mercados más importantes de América latina: Argentina, Brasil y México, no lograron igualar la capacidad de consumo de Francia o de Alemania. Dada su población, América Latina produce menos hoy que antes de la Segunda Guerra Mundial, aunque esa tendencia sigue reduciéndose. La industrialización, dependiente y prolongada, se adapta ventajosamente con el latifundio y las estructuras de la desigualdad, y contribuye a la difusión del desempleo, aunque debería contribuir a disminuirlo. Hoy, la liberalización del comercio de bienes y servicios, proyecta de nuevo América latina en el centro de los intereses extranjeros a través el desarrollo del turismo, el cual contribuye a formas de neocolonialismo por parte de las economías dominantes.