Examinando por Autor "Pizarro Navia, Lenin"
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Ítem Filosofía y juego en Georges Bataille : la experiencia filosófica como apuesta de la propia vida.(Universidad de Valparaíso, 2018) Gómez Rodríguez, César; Pizarro Navia, LeninGeorges Bataille (1897-1962) fue un pensador francés que transitó por diversos tipos de escrituras, exponiendo su propia vida como testimonio de una escritura paradójica. Los escritos de Bataille son difícilmente clasificables. No porque haya cultivado diversos géneros literarios, o porque haya hecho aportaciones relevantes en diversas disciplinas teóricas, sino porque ha problematizado insistentemente la frontera misma que separa las disciplinas teóricas y los géneros literarios, más aún, la frontera que separa el saber objetivo y la experiencia subjetiva. Contrario al proceder clásico de la revisión académica que exige que el valor de las tesis filosóficas debe examinarse al margen del filósofo que las enuncia, Bataille interpela no sólo a una revisión de sus tesis filosóficas sino a una experiencia radical de búsqueda interior más allá de los resultados de un trabajo académico. Gran parte de la obra de Bataille está atravesada íntimamente por la intensidad de una experiencia personal que se plantea en el límite de lo posible y desde la cual emana el caos de sus escritos. La cruzada espiritual que, valiéndose de distintas disciplinas teóricas, emprenderá Bataille estará guiada por las mismas obsesiones desplegadas una y otra vez por un pensamiento que se muestra fiel a sí mismo y que no omite el deseo de ir más allá de sí, sino que transita en su ámbito. Esta experiencia que toma como punto de partida la asimilación de un deseo por ir más allá de los límites del pensamiento, al no cesar en ningún momento, deja ver la fascinación por el vacío que lo guía pues su satisfacción nunca es completa. Tomando resabios de las doctrinas de Hegel y la mística cristiana en relación a la Nada y la negatividad, Bataille propone su búsqueda más allá de un pensamiento claro y distinto asumiendo la negatividad como terreno de una experiencia intransmisible, pero vital y plenamente humana: “Lo único que podemos hacer es sentir en común el vértigo del abismo”. Podemos acercarnos a la obra de Bataille como si toda su extensión no fuera más que un juego donde el azar y el caos nos hacen tener la impresión de que su pensamiento se reinicia cada vez como una jugarreta sin sentido. ¿Y no es que acaso los juegos de los niños parecieran gravitar sobre un terreno que nos desespera por su dinamismo y falta de rigurosidad, pero que por su parte el niño vive con profunda seriedad? En palabras de Bataille: “El juego del pensamiento requiere una fuerza y un rigor tales, que a su lado la fuerza y el rigor que exige la construcción dan la impresión de un relajamiento. El acróbata en el vació está sometido a reglas más precisas que el albañil que no se separa del suelo”. Pues el pensamiento riguroso, la firme resolución del pensar, es ya un desfallecimiento. ¿Será que el juego de Bataille podrá asimilarse a la epopeya realizada por el equilibrista fránces Phillipe Petit, quien en 1974 burlando todo los canales de seguridad realizó un paseo por una cuerda tendida en el vacío entre las torres gemelas de Nueva York, y que tras ser detenido por la policía y cuestionado por el objetivo de su acción se limitó a contestar: no hay un por qué? Pues en palabras de Bataille: “Estoy tentado de creer que el jugador auténtico, es aquel que pone en juego su vida, que el juego verdadero es el que plantea la cuestión de la vida y de la muerte” pues “el juego es el desprecio del mundo tal y como el cálculo lo ha concebido y ordenado”. La lectura de Bataille nos invita a la aventura de esta empresa, no solo la búsqueda de una filosofía del juego sino la posibilidad de que la filosofía misma se vuelva un juego. De forma que no nos limitaremos a describir, si es que existiera, una filosofía del juego elaborada por Bataille sino que daremos cuenta de un movimiento filosófico del cual formamos parte no solo como lectores sino como cómplices de un juego común y al cual, a su vez, invitamos a jugar declarándonos incompetentes de anticipar sus consecuencias.Ítem Propiedad privada, un obstáculo para el desarrollo del capitalismo.(Universidad de Valparaíso, 2017) Jerez Torrens, José Ignacio; Pizarro Navia, LeninLo que aquí se intentará dilucidar es si el derecho a la propiedad privada es una consecuencia necesaria de la adhesión a los principios liberales. Para lo anterior se debe esclarecer ¿a qué nos referimos con principios liberales o liberalismo? Usualmente se suele señalar al liberalismo como una ideología que defiende la libertad económica, en igualdad ante la ley; la defensa de la propiedad privada y un gobierno limitado, pero en realidad el principio rector del liberalismo es simplemente la libertad; la libertad entendida como el respeto por la voluntad de cada individuo y su curso de acción, siempre que este no dañe a otro individuo. John Stuart Mill lo enunció de la siguiente manera: La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiera a los demás. En la parte que concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano. La libertad entendida de esta manera tiene consecuencias profundas. No sería legítimo someter a otra persona a nuestra voluntad, aun cuando nos mueva un principio de justicia, bondad, sabiduría o incluso su propio bien. Aquellas serían buenas razones para intentar persuadir, para intentar convencer, pero finalmente el único soberano legítimo del individuo es el mismo individuo. Si aceptamos lo anterior, también debemos aceptar que la única asociación legítima es la asociación voluntaria entre individuos libres, que debemos tratar a cada individuo de igual manera y que ninguno debería ser privado, sin su voluntad, del fruto de su trabajo, ya que, al ser dueño de su cuerpo y regidor de sus acciones, sería dueño del fruto de su trabajo. Es así como el individuo, al trabajar la tierra mediante caminos, riegos, abonos u otros, sería dueño de los frutos producidos con su labor. Ningún otro individuo podría reclamarlos para sí, ya que estaría apropiándose del trabajo ajeno. De esta manera, comienza la legitimación de la propiedad privada, señalándola como una consecuencia necesaria del liberalismo; el paso posterior en la libre interacción entre individuos es el poder acordar libremente el traspaso de su propiedad bajo las condiciones que acuerden libremente entre las partes, conformando un libre mercado. Aun si acordamos lo anterior, ¿es posible ser dueño de tierras que no han sido intervenidas por el hombre? ¿Cómo se genera la apropiación actual de tierras no reclamadas? ¿Una toma de un lugar no habitado ni trabajado, genera derechos de propiedad? ¿En caso de no existir más tierra disponible, se carece de todo derecho a la tierra para los nuevos individuos? ¿Las consecuencias del crecimiento demográfico llevarían a la esclavitud de los sin tierra? ¿Sería esto compatible con la doctrina liberal moderna y lo que entendemos por respeto a la libertad de los individuos? Supongamos que aceptáramos la apropiación legítima de la tierra y sus productos, ¿podría un individuo o un grupo comprar toda la tierra que contenga agua? ¿Podrían todos los dueños de agua asociarse libremente para establecer precio arbitrario por el agua? O, dicho de otro modo, las consecuencias de aceptar la libertad entendida como libertad negativa tiene por consecuencia un tipo de esclavitud. La propiedad privada desde una óptica liberal ¿es obstáculo para la libertad o es una condición necesaria del respeto a la misma? Todo lo anterior se espera aclarar en la presente investigación.