El poder de la cámara en la narración cinematográfica.

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2010-04

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Resumen

La presente investigación se refiere al tema del poder de la cámara en el cinematográfico, es decir, partiendo de la base que el cine es un lenguaje muy particular dado que se construye desde múltiples disciplinas y trabajando de forma colectiva, nos interesa rescatar y establecer de qué forma los recursos técnicos y expresivos aportados por la cámara se articulan en la narración dándole forma y fuerza al relato cinematográfico en nuestros días. En el cine de ficción, la narración es el proceso mediante el cual el argumento y el estilo del filme interactúan en la acción de indicar y canalizar la construcción de la historia que hace el espectador. En consecuencia, el filme no sólo narra cuando el argumento organiza la información de la historia. La narración también incluye los procesos estilísticos.1 Antes, es importante aclarar la definición que nos entrega David Bordwell2 sobre la Narración, quien explica como: “…el proceso mediante el cual el argumento y el estilo del filme interactúan en la acción de indicar y canalizar la construcción de la historia que hace el espectador.” (Bordwell 1985:53) La cámara cinematográfica y su encuadre es uno de los pocos elementos que ineludiblemente ha estado presente desde los inicios del cine. Se puede considerar la piedra fundacional desde la cual el cine se comenzó a construir; aún antes de que se planteara el guión, el sonido, el montaje y la narración misma, ya existía una cámara rodando e impresionando en el negativo una reproducción enmarcada y en movimiento de la realidad, lo que ya de por sí solo fue motivo de asombro, admiración y hasta temor en su época. Conocemos como esta historia continúa, cómo la tecnología a pasos agigantados abrió nuevas posibilidades y fue complementando este arte, cómo la teoría supo encausar estos avances para lograr que fuera más que simplemente un espectacular desfile de imágenes inconexas, desarrollando el montaje, la escala de planos, las estructuras narrativas y un sin fin de otros elementos que le fueron dando forma y universalidad al lenguaje cinematográfico. Lamentablemente en la actualidad pareciera que este siglo de grandes avances no resulta lo suficientemente fuerte como para sostener el valor y la riqueza de su lenguaje, cediendo, retrocediendo y vulgarizándose ante un mundo que busca lo fácil e inmediato, que para comunicarse prefiere usar emoticones antes que verbalizar, escribir o dibujar sus pensamientos y sentimientos. Se prefiere el placer de un efímero estímulo visual antes que la reflexión y el intercambio de ideas. Ya no se cuenta, sino que sólo se muestra, en vez de leer y tener un discurso basta teñirse y cortarse el pelo de determinado color, volviendo a ser todo formas básicas sin contenido. Así nos enfrentamos en la actualidad con un dispositivo (la cámara) que se da por sentado, que al saber cómo funciona se cree conocer y dominar, dejando de lado su lenguaje, el rol y la importancia que esta juega a la hora de construir una narración. En los últimos años, vía discursos publicitarios y del videoclip, los encuadres parecen haber sido experimentados tan palurda y exhaustivamente que, casi exagüe, apenas parecen delatar una mirada posible, la presencia de un principio organizador. La caótica confusión de puntos de vista pintorescos en un trip epileptoide no cesa de masajear una retina aburrida y anestesiada, que sólo de tanto en tanto, en algunas películas, deja sacudir al espíritu por la vieja emoción de ver aliarse en la pantalla la imagen y el sentido. La recuperación de una ética del encuadre puede ser una de las mayores urgencias del cine presente.3 Y esta no es una inquietud nueva, el mismo Godard4 exclama «Ya no se sabe encuadrar» en relación a la ligereza de los equipos y las excesivamente numerosas posibilidades que ofrecen las técnicas modernas, planteando que hacen falta dificultades, desafíos que resulten estimulantes y enriquecedores. Por esto, cuando nos enfrentamos a una estandarización y aplanamiento del poder expresivo y significativo de la cámara impulsado por un cine e imaginario visual dominante, nos parece de vital importancia, casi un deber, que nosotros con la responsabilidad que nos compete como creadores de imágenes, podamos rescatar y lograr entender cómo esta herramienta puede modificar o contribuir a la narración, dotando de significado las imágenes. Tomar conciencia de la conexión entre la elección de un encuadre y determinada estrategia comunicativa y así poder darle coherencia al tratamiento. Vislumbrar qué posibilidades y responsabilidades presenta esto en una época donde el constante bombardeo visual, la sobrepoblación de imágenes, el frenético ritmo y la indiscriminada producción de videos y fotografías al alcance de cualquiera, hacen que el valor real y perdurable de la imagen vaya perdiendo sentido. Ya no es necesario pensar o sentir para crear una imagen, se convirtió en un acto reflejo porque simplemente la posibilidad está ahí, a nuestra disposición cuando queramos, dejó de ser una actividad que merezca un tiempo de reflexión o de entrega emocional debido a que requiere de poca inversión y consta de casi nula proyección. Se convierte en algo pasajero y desechable, y cualquier innovación o signo de creatividad es absorbido y transformado en una moda, haciéndolo inofensivo y masivo. Ocurre esto, por ejemplo, con la cámara al hombro, su “precariedad” y honestidad del registro, antaño reservada al rigor y dureza documental, es ahora utilizada en comerciales de detergente para darle veracidad a los asombrosos poderes blanqueadores de este, neutralizando en cierta medida los alcances de este recurso. Por lo tanto, creemos que cualquier investigación que trate, analice y rescate actualmente el poder y las posibilidades de la cámara como una poderosa herramienta narrativa, de por sí, constituye un gran aporte y casi una necesidad en estos tiempos. La preocupación por estos temas a los que se enfrenta la presente investigación está motivada por la disyuntiva a la que un director o director de fotografía ineludiblemente se enfrenta a la hora de hacer los primeros esbozos para tratar de convertir el guión en una obra cinematográfica, la duda de dónde poner la cámara y qué función ésta debe cumplir, ¿Qué se mira y desde dónde?, ¿Se debe simplemente tratar de cubrir la acción de la mejor y más discreta manera? Como deja entrever un párrafo extraído de la revista de la Asociación Norteamericana de Directores de Fotografía que nos explica: “El director o director de fotografía inteligente mueve la cámara sólo cuando las exigencias de la situación fílmica motivan ese movimiento” (herb a. loghtman, american cinematographer, 27,3 (marzo 1946), p.82, 102-103.) o ¿Se debe responder a gustos e influencias estilísticas personales ajenos al espíritu de la obra? Vemos detrás de esta decisión una responsabilidad y un poder mucho más grande y activo a la hora de contar una historia que la de simplemente mostrar transparentemente la acción o de manera bella y espectacular. A través de una observación estructurada en torno a una pauta de análisis se espera poder determinar cómo cierto encuadre actúa dentro del film, lograr entender su funcionamiento e importancia. Qué lo hace adecuado para aquel momento según un determinado director y qué elementos lo componen. Viendo a través de ejemplos, como al alejar la cámara de aquel antiguo y evidente lugar privilegiado, desde donde el cual captar la acción se puede enriquecer nuestra forma de entender la manera de utilizar la cámara y su poderoso encuadre. No se pretende encontrar ni desarrollar un manual de cómo llevar a cabo esas decisiones, ni las claves para copiar un estilo, si se espera, al reflexionar entorno a obras que nos han llamado poderosamente la atención y con la cual podemos tener algunas cercanías, entender y analizar la riqueza de los recursos formales de los cuales disponemos y como estos pueden comunicar, su función en relación a la narración, qué caracteriza y motiva ese único punto de vista que llevó al director a presentarnos de una manera y no de otra determinado momento de la historia. Y así, aprendiendo a través del proceso de otros, poder guiar e iluminar posibles caminos para una búsqueda personal en la cual estemos conscientes de todo el rico abanico de recursos de los que dispone este arte. 1 Bordwell, David,” La Narración en el Cine de Ficción”,1996, p53. 2 David Bordwell (nacido el 23 de julio de 1947) es un destacado teórico del Cine americano, crítico de cine y escritor. Profesor de Jacques Ledoux de Estudios Cinematográficos, Emérito del Departamento de Artes de la Comunicación en la Universidad de Wisconsin-Madison. 3 Russo, Eduardo, Diccionario de Cine (1998), Paidós, Buenos Aires, p. 96. 4Jean-Luc Godard (París, 3 de diciembre de 1930) es un director de cine franco-suizo. Cultiva un cine vanguardista y experimental respecto al montaje considerado clásico que se ha caracterizado por su irreverencia y rebeldía. Es uno de los miembros más influyentes de la nouvelle vague.

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Palabras clave

LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO, CÁMARA, PUESTA EN CUADRO, ESTRATEGIA COMUNICATIVA, ENCUADRE

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